Hola, soy @miquelartero,
Quiero darte la bienvenida a Vitae, una newsletter de ensayos, en la que comparto mis aprendizajes y vivencias para inspirarte a diseñar una vida fiel a tus valores, maximizando felicidad y éxito.
Hoy tengo la suerte de contar con Ernest Costafreda como firma invitada a Vitae.
Ernest es una persona que no deja indiferente a nadie y que aporta una bocanada de aire fresco a todos. Si pasas un rato con él te vas a casa dándole vueltas a cosas sobre las que hacía mucho no pensabas, tiene la habilidad de alejarte de lo mundano y acercarte a aquello que realmente nos mantiene vivos. Es capaz de, sin quererlo, reconectarte contigo mismo.
Su trabajo se basa en la investigación y la experimentación del concepto, los valores y la identidad que hay detrás de cada proceso creativo; tanto en el ámbito personal, claro ejemplo de ello es la publicación de su poemario íntimo, como en el ámbito colectivo. Sin querer especializarse con un campo creativo particular, ha llevado a cabo proyectos multidisciplinares de poesía, fotografía, diseño de moda, pintura o dirección de cine con la intención de poder plasmar esta identidad a multitud de soportes y lenguajes.
Su trabajo ha sido publicado en medios nacionales como TV3, La Vanguardia, Diari Ara, El País o Cultura Inquieta e internacionales como Vogue, I-D o Highsnobiety.
Os recomiendo mucho echar un vistazo a sus proyectos, es como ir al museo sin salir de casa. También podéis tomar prestado un poquito de su ser vía su instagram y su twitter.
#5
Ensayo sobre la estupidez
por Ernest Costafreda
nacemos mientras la partera ya está buscando algún rincón umbrío del jardín para enterrar nuestro ombligo.
se dice que es ese el momento en el que todos nosotros, bajo un fuego canicular, padecemos nuestro primer trauma: el abandono. la separación del cuerpo de nuestra madre, de la unidad y del todo.
alejarse del uno para empezar a entender el cada uno.
después viene el primer llanto, que es quizás el llanto más bonito. un llanto sin culpa ni pretensiones. un llanto sin colmillos. el oráculo circular perfecto. el oro, la serpiente, el fuego: el cosmos infinito por donde nuestra alma conoce por primera vez el precipicio de nuestro cuerpo.
luego, nuestras madres, hacen por alargar sus brazos de entre el calor espeso de las sábanas y nos arropan fuerte contra sus pechos. tan fuerte que pueden sentir nuestras lágrimas arrastrándose por sus rostros. poquito a poco, cada sollozo va mimetizándose con su compás latiente. el único capaz de devolvernos al lugar por el que ya por siempre sentiremos querencia.
pareciera que uno nace y ya está llegando tarde.
pero, ¿tarde para qué?
si la vida es gratis, que decía Umbral; que por eso nos la dan: porque no vale nada. porque si valiera algo, si tuviera valor alguno, seguro nos la cobrarían.
sin embargo, nosotros, nacemos con un sentimiento de deuda que nos lleva a pasarnos la vida buscando cómo pagarla: con esfuerzo, con sufrimiento, con sexo, con culpa, con éxito, con ambición. casi como esa partera que cuando nacimos buscaba ansiosa por el jardín un hoyo para devolverle a la tierra un trocito de lo que somos. para saldar cuentas, para no romper el sentido natural de las cosas. por temor a tener que aceptar la detonante y absurda verdad de que la vida es gratis, que no vale nada,
que por eso nos la regalan. para que todas nosotros solo tengamos que vivirla.
Lacan dijo que todo deseo nace de la ausencia, Anna Murià escribió que el amor nace de quien duda y yo creo que la admiración es reconocer afuera lo que aún no ha terminado de florecer adentro.
todo lo bonito nace de la ausencia, del vacío, del trauma y de la incompletud. sin el deseo que habla Lacan no habría movimiento ni evolución, sin el amor que describe Murià no habría vida y sin admiración es imposible que haya amor.
nosotros, sin embargo, nos pasamos la vida fingiendo. intentando convencernos de que no nos falta nada y que no necesitamos a nadie, fingimos ser seres completos allá afuera, en la oficina, y compartiendo la mitad de nuestra cama por las noches. y en la teoría, tal vez todos tengan razón en que deberíamos ser seres completos. pero, joder, la vida no es un ensayo teórico, porque la vida no se vive entre bambalinas; la vida es el acto final. es salir a la intemperie, pedir perdón, decir lo siento, decir te extraño. es dar asco por las mañanas, volverse vulnerable por las noches, decidir con torpeza y tener maldad. es dejar que te descubran de verdad y confiar en que te van a seguir queriendo igual.
el objetivo de la vida no es ser feliz. la vida es una mierda. ¡perdón!, la vida es lo mejor, es un regalo, la mierda es lo que hacemos nosotros con la vida. por ser incapaces de entender que nadie nos ha enseñado a ser quienes somos y que, por tanto, el camino será torpe.
por eso digo que el objetivo de la vida, si es que tiene alguno, no es ser feliz; es estar lo más cerca de ser quien eres. y eso pasa por enfocar la belleza con otra luz. no tan artificial, no tan #todoelrato, no tan brillante. más cruda, más sincera, ¿más natural?
digo la luz de Cohen que se te cuela entre las grietas de la pared, el Super Glue que usamos para pegar aquella porcelana rota que ya no se puede recomponer. me gusta la gente que guarda los pétalos caídos, que se demora allá donde ya no pueden amar. porque ellas son las personas valientes de verdad. las que ya no tienen miedo a perder, no porque hayan ganado, sino porque llevan perdiendo toda la vida.
y qué estúpido el miedo que tenemos todos y todas a hablar sobre aquello que hemos perdido. cuando, en verdad, lo que más habla de quienes somos, lo que más define nuestro carácter, nuestro comportamiento y nuestras expectativas, no son las cosas que tenemos, sino todas aquellas cosas que hemos perdido.
Gracias por leer Vitae,